Apóstol Sergio Enríquez

Tema: Antes de la mesa

En lo natural, antes de la mesa debemos prepararnos, generalmente nos lavamos las manos antes de empezar a comer; en algunas culturas antes de ir a la mesa, debían arreglarse, es decir, que no podían presentarse mal vestidos; ahora bien, en la mesa del Señor, que es una mesa sagrada, también debemos prepararnos para que al comer el Cordero, podamos obtener los beneficios extraordinarios que representa, pues puede impactar lo espiritual y también lo físico; pero también hay cosas negativas, pues el que participa de la cena indignamente puede debilitarse, enfermarse o morir. En el caso de los discípulos, vemos que a Judas cuando participó de la cena, entró en él Satanás, y para los demás, además de preparar el lugar dónde se dio la última cena, tuvieron que examinarse de tal manera que todos preguntaron si eran ellos los que iban a traicionar al Señor porque quizá en algún momento pensaron en hacerlo.

 

1 Corintios 11:28 LBLA Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba de la copa.

 

Lo primero que debemos hacer antes de tomar la santa cena, es examinarnos a nosotros mismos; este es un territorio al que hemos llamado “a mi mismo”, y la misma Biblia nos enseña a entrar y examinar este territorio, por ejemplo, los pensamientos.

 

Lucas 16:3 LBLA Y el mayordomo se dijo a sí mismo: "¿Qué haré? Pues mi señor me quita la administración. No tengo fuerzas para cavar, y me da vergüenza mendigar.

 

Este hombre está pensando lo qué va a hacer. Nuestro pensamiento nadie lo conoce, sólo el espíritu del hombre, por ello debemos tratar de pensar como Dios y no darle oportunidad al enemigo cuando lance dardos encendidos porque por nuestras actitudes, podeos demostrar lo que estamos pensando.

Mateo 18:3 NT AF* ...dijo: - Os aseguro que, si no cambiáis de conducta y volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de Dios.

 

Antes de la mesa debe venir una humillación, pues la Palabra dice que el que se humilla será exaltado, pero también dice que el que se exalta a sí mismo será humillado. Al acercarnos a la mesa del Señor, debemos tener una actitud de humillación, como en el caso de Mefiboset, que le dijo al David, “quién soy para sentarme a la mesa del Señor”. Sabemos que aunque no se vea en nuestro rostro, todos los que somos hijos de Dios, somos príncipes porque el Señor es el Rey, también las Escrituras dicen que Dios levanta del polvo al pobre y al menesteroso para sentarlo con príncipes.

 

Aquellos que siempre están saciados, posiblemente siempre encontrarán un defecto en cualquier mesa, pero aquellos que siempre vienen a la mesa del Señor con una actitud de humildad o humillación, siempre se sentirán no dignos de la misma y agradecidos de haber sido considerados para ser invitados. Entonces, debemos escudriñar cómo podemos acercarnos a la mesa del Señor con esta actitud de humillación y ponerla en práctica.

 

1 Pedro 5:6 RV 1960 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

 

Este versículo nos indica que debemos considerar bajarnos, porque si en algún momento llegamos a presentarnos bajo la mano de Dios con altivez, Dios nos humillará porque nos ama y esa humillación servirá para nuestra madurez espiritual. Es muy interesante ver en las Escrituras que hubo un hombre que encontró lo que hay bajo la mano de Dios.

 

Job 27:11 BMN Os mostraré a todos lo que hay en la mano de Dios, lo que el todopoderoso se reserva no os ocultaré.

 

El propósito de Job al mostrarnos lo que hay en la mano de Dios, es que pudiéramos reconocerla para que podernos humillar ante ella, de ese modo poder probarnos a nosotros mismos y luego poder participar de la santa cena dignamente. En toda la Biblia, al contextualizarla, podemos ver lo que hay en la mano de Dios, solamente necesitamos de la guianza del Espíritu Santo.

 

Habacuc 3:4 BTX3 Su resplandor es como el sol, Sus manos producen rayos de luz, allí se oculta su poder.

 

El Señor escode algunas cosas, pero nos brinda indicaciones para que entendamos dónde están, por ejemplo, con Moisés, el libertador de Israel, lo escondió en el mismo palacio de quién lo estaba buscando. Otro ejemplo fue Elías, que lo escondió en el pueblo natal de Jezabel. En el caso del libertador del mundo, nuestro Señor Jesucristo, lo escondió en su genealogía, al incluir en ella a cinco mujeres de una reputación no deseable: Tamar, una mujer que cometió incesto con su suegro; Rahab una ramera, Betsabé una adúltera, Rut una mujer moabita y María una mujer que quedó embarazada en medio de su virginidad, es decir, estando soltera.

 

Dice la Palabra que Jesucristo rompió el velo que era su propio cuerpo; en el templo el velo estaba puesto para que no se viera lo que había en el Lugar Santísimo, por lo que el velo que era Su cuerpo, hacía que no vieran al Hijo de Dios que estaba dentro de Él. Esto nos indica que debemos humillarnos en donde Dios tiene escondido Su poder. El Señor esconde el poder en hombres, es decir en Sus ministros que son la mano poderosa que se extiende sobre el pueblo del Señor; allí está escondido Su poder, aunque lo que vemos son hombres imperfectos. El humillarse en ese sentido es reconocer que todos los que pertenecen al pueblo de Dios, son Sus hijos y pueden ser usados por Él.

 

Al venir a la mesa del Señor con una actitud de humillación, Dios lo ve y envía Su bendición.

 

Apocalipsis 21:2 FTA Ahora, pues, yo, Juan, vi la cuidad santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo por la mano de Dios, compuesta, como una novia engalanada para su esposo.

 

Podemos ver entonces que la mano de Dios es la que adorna a la iglesia del Señor Jesucristo, es la que la cuida y la protege, es la mano ministerial.

 

Hay muchas formas de humillarse a sí mismo, por ejemplo reconocer que nos equivocamos, el pedir perdón a alguien que ofendimos, al perdonar y declinar una venganza; todas son formas de humillarnos. Al hacer esto, estamos examinándonos a nosotros mismos, para poder tomar la santa cena de manera digna y alcanzar los beneficios que Dios tiene preparados para nuestra vida.

 

 

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